En esta intimidad anónima del blog voy a confesar una afición: el Fado.
Es muy difícil no caer en el tópico al hablar del Fado. Puedo decir que, como le puede pasar a cualquiera con cualquier expresión artística, a mí me tocó, no sé por qué, la sensibilidad.
Así como hay gente que aprende inglés para leer a Shakespeare o que estudia español para leer a Cervantes, yo aprendí portugués para entender los Fados. Y disfruto mucho con esa cosa tan universal y tan portuguesa que representa el Fado.
Lo primero que aprende alguien que se acerca a esa música es que Fado significa destino, del latín fatum.
Ese destino cantado, en el que lo que se dice tiene una importancia de testimonio y pervivencia, tiene mucho que ver con la memoria de lo que somos y lo que sentimos.
¿Será que escribir unas memorias es cantar nuestro propio Fado?
Hay mil Fados. En cada uno encontramos sentimientos, ideas, inteligencias, guiños, nostalgias y saudades.
Uno de esos mil Fados, hecho con la letra de un hermoso soneto de Florbela Espanca, nos habla de esa experiencia de búsqueda:
Amar!
Eu quero amar, amar perdidamente!
Amar só por amar: Aqui… além…
Mais Este e Aquele, o Outro e toda a gente
Amar! Amar! E não amar ninguém!
Recordar? Esquecer? Indiferente!…
Prender ou desprender? É mal? É bem?
Quem disser que se pode amar alguém
Durante a vida inteira é porque mente!
Há uma Primavera em cada vida:
É preciso cantá-la assim florida,
Pois se Deus nos deu voz, foi pra cantar!
E se um dia hei de ser pó, cinza e nada
Que seja a minha noite uma alvorada,
Que me saiba perder… pra me encontrar..
Traduzco al castellano los dos tercetos, para subrayarlos:
Hay una primavera en cada vida
Es preciso cantarla así, florida
¡Pues si Dios nos dio voz, fue para cantar!
Y si un día he de ser polvo, ceniza y nada,
Que sea mi noche madrugada
Y que sepa perderme, para encontrarme
Unas memorias pueden ser también eso: un perderse pare encontrarse.
David Gozalo
¿Hablamos de tu Fado?