Por qué escrbir tus memorias

 

Se escriben casi más libros de los que se leen. Este impulso verbal, que nos enseña cómo nuestra identidad se sujeta en palabras, hace que algunos autores consideren a nuestra especie como el homo scriptor. La escritura es, para muchos antropólogos, el salto definitivo en la evolución humana.

Pero tú, ¿por qué quieres escribir tus memorias?

Quien tiene un por qué puede soportar cualquier cómo, nos dice, citando a Nietztche, Víctor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido, donde narra su experiencia en los campos de concentración:

 

“Las palabras de Nietzsche: «Quien tiene algo por qué vivir es capaz de soportar cualquier cómo» pudieran ser la motivación que guía todas las acciones psicoterapéuticas y psicohigiénicas con respecto a los prisioneros. Siempre que se presentaba la oportunidad, era preciso inculcarles un porqué —una meta— de su vivir, a fin de endurecerles para soportar el terrible cómo de su existencia.”

 

Escribir unas memorias, sin embargo, no debería ser algo “soportable”. No es un “terrible cómo”.

Es hacer inventario de las cosas importantes que te han pasado, de lo que has hecho, de lo que has vivido, de todo aquello que no quieres que devore el olvido, y ordenarlo en reflexiones, relatos, confidencias, que te gustaría dejar, tal vez primero a ti mismo, y también a los que aquí queden cuando tú te vayas, y, por qué no, a los que puedan venir después.

Yo creo que, como para casi todo en la vida, tener claro el por qué hace más fácil dibujar el proyecto, y tener un proyecto claro hace más sencillo acometer y terminar la obra.

Como siempre, pensar despacio, para andar deprisa. Otra vez la palabra dando vueltas en nuestra cabeza, organizando nuestras emociones y nuestros actos, poniéndole etiquetas, letras, símbolos, a eso que, simplemente, somos.

Me gustaría acompañarte en esas tres fases (la primera reflexión, el diseño del proyecto y la realización), para que expreses exactamente aquello que quieres expresar. Para que salgas triunfante de ese “no tan terrible cómo” que es escribir unas memorias.

Pensemos juntos en ese por qué, en lo que quieres decir y lo que no, en quién te va a leer. Es importante imaginar a cada persona leyendo tu texto, y tener claro lo que te gustaría que sintiera y pensase en el momento justo en que te lee.

También es necesario que te imagines a ti mismo en ese proceso de recordar, escribir, revivir, y tal vez, encontrar una respuesta en esa búsqueda.

Y entre esas dos proyecciones, en ese teatro de los deseos en el que se mueven nuestra imaginación y nuestra voluntad, donde se forjan nuestros actos, deberás trazar un plan, lo más preciso posible, (aunque hay quien dice que a la creatividad a veces es mejor no darle demasiada estructura), para organizar la tarea de escribir las memorias, hasta terminarlas.

Yo mismo, mientras escribo estas líneas, te estoy imaginando a ti, caído por azar en esta página, y al imaginarte me dan ganas de llamarte de usted, porque veo a una persona que ha vivido y que espera que un desconocido que se atreve a hablarle desde un blog le trate con el debido respeto.

Sin embargo, la cercanía de la segunda persona del singular es la que hace que escriba con más naturalidad, sintiéndome más próximo, para acompañarte en una aventura, que, si vamos a compartir, habremos de recorrer con confianza y claro, con respeto.

Desde esa confianza, desde ese respeto, desde esa cercanía, te vuelvo a imaginar dándole vueltas a la idea de escribir tus memorias, y casi puedo sentir tus ganas de hablarlo con alguien, tomándote un café, para tenerlo todavía más claro.

Me encanta el café.

David Gozalo